sábado, 16 de febrero de 2013

Invierno caliente en Francia: huelgas y movilizaciones por todos lados

Los trabajadores no quieren pagar una crisis que no causaron. Las patronales despiden, relocalizan y cierran: quieren mantener su tasa de ganancia a costa de los trabajadores. Éstos se organizan, por dentro y por fuera de las organizaciones sindicales, y la lucha gana las fábricas y las calles.

La marea de luchas de la clase obrera francesa vuelve a crecer. Desde fines de enero (pleno invierno en Europa) miles de trabajadores en decenas de empresas se lanzaron al paro o iniciaron planes de lucha. Un reguero de paros de varias semanas presagia la vuelta de las luchas “duras” de hace un par de años, cuando en Francia se generalizó la práctica de “retener” a los gerentes dentro de las fábricas, o rodear las plantas con garrafas de gas unidas con mechas, para forzar a las patronales a retirar los despidos o a conceder indemnizaciones dignas.

No es para menos: la burguesía imperialista de Francia —también la de otros países europeos— vuelve a embatir con despidos masivos y con amenazas o planes concretos de “relocalización” o directamente de cierre de fábricas, tratando de descargar sobre los trabajadores una crisis que no cesa, pese a los anuncios casi semanales de una supuesta “luz al final del túnel”. El martes 5 el diario francés Les Échos dio a conocer una encuesta: desde 2009 —el “pico” de la crisis económica mundial— en Francia cerraron más de mil fábricas. Y en 2012 bajaron las persianas otras 266 fábricas de más de 10 empleados cada una.

Los obreros no quieren pagar la crisis

El jueves 7 de febrero, varios centenares de trabajadores de grandes empresas se concentraron ante el ministerio de Trabajo en París. Estuvieron allí obreros de las plantas de Toulouse y Montpellier del monopolio farmacéutico Sanofi; de la filial Amiens de Goodyear —que poco antes se habían enterado de los planes patronales de cerrar la fábrica el año próximo—; los de Candia de la ciudad de Lude —en huelga durante varias semanas para impedir el cierre—, y los de la automotriz PSA Peugeot Citröen de la localidad de Aulnay-sous-Bois, en huelga desde hacía dos semanas. También estaban en lucha los petroleros de la refinería Petroplus de Petit-Couronne.

Los reiterados anuncios de despidos en las grandes empresas vienen siendo motivo de huelgas y movilizaciones en enclaves fundamentales de la economía francesa como la industria del automotor (PSA, Renault), la del neumático (Goodyear), la farmacéutica (Sanofi), y el comercio minorista (la cadena de tiendas de productos culturales Virgin, con un plantel de mil empleados, que en 2012 cerró cuatro de sus sucursales y en enero se declaró en cesación de pagos).

Una “asociación de empresas en lucha” convocó a una manifestación el martes 12 de febrero ante el edificio de Goodyear, en un suburbio parisino. La agrupación nuclea a trabajadores de Crédit Agricole, Faurecia, FNAC, Ford, Samsonite, Sodimedical y otras empresas. El martes 29 de enero ya manifestaron para impedir los despidos “en las empresas que tienen ganancias”.

Susto, amenazas, y respuesta

La burguesía francesa está asustada: los trabajadores no quieren pagar la crisis de la que no son responsables. El susto socialdemócrata de los funcionarios del presidente François Hollande no se diferencia demasiado del susto conservador de los de su antecesor Sarkozy. El actual ministro del Interior de Francia, Manuel Valls, advirtió sobre el peligro de “explosiones sociales”. “La cólera social —con las consecuencias de la crisis económica y financiera, la precariedad (social), el desempleo, los planes de despidos— está ahí, y brama desde hace años”, reconoció. Pero agregó en leve tono intimidatorio: “Podemos tratar de comprender las razones que llevan a hombres y mujeres a la desesperación, pero no podemos admitir la destrucción de la herramienta de trabajo”, como si los que amenazaran destruir las fábricas fueran los obreros y no las corporaciones monopolistas que vienen cerrándolas.

Lo de “intimidatorio” no es sólo un calificativo: la policía y los “servicios” franceses ya están “siguiendo de cerca” a las empresas en conflicto para prevenir una posible “radicalización” de la protesta proletaria y popular.



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Salvan a los accionistas a costa de los obreros

Sanofi, monopolio internacional líder en la industria farmacéutica, con filiales en todos los continentes, factura unos 9.000 millones de euros por año. En medio de la crisis económica mundial, aspira a mantener intactas sus ganancias, y para eso la variable de ajuste son los trabajadores: quieren “ahorrar” 2.000 millones despidiendo en masa a sus empleados.
Ahora ese monopolio pretende descargar los efectos de la crisis económica sobre los trabajadores despidiendo a unos 1.700 de ellos —incluidos muchos que trabajan en la empresa desde hace 30 años—, y trasladando a otros 700 a distintas ciudades.
Sanofi emplea a 110.000 trabajadores, de los que 20.000 están repartidos en 49 centros industriales de Francia. “La hemos construido nosotros: es nuestra empresa”, dicen algunos trabajadores, que han venido manifestando en toda Francia desde hace meses.
Sanofi no es la única empresa que argumenta la crisis para justificar miles de despidos y mantener así elevada su tasa de ganancia. La PSA Peugeot Citröen presentó el año pasado un proyecto de “reestructuración” para “bajar costos”, que incluye el despido de 8.000 obreros en todo el país y el cierre de su planta de Aulnay-sous-Bois, pretextando la caída de la venta de vehículos en el mercado europeo. En los primeros días de febrero los trabajadores de PSA en Aulnay mantenían paralizado el trabajo —incluida la línea de montaje del modelo C3— por tercera semana consecutiva.
La automotriz Renault anunció la eliminación de unos 7.500 puestos de trabajo en los próximos cuatro años, y planea armar más del 70 por ciento de sus subcompactos Clío en Turquía, donde los salarios son mucho más bajos. La información elevó la tensión entre los trabajadores y el gobierno francés, que es parte de la patronal al ser propietario del 15% de las acciones de la Renault.
La desocupación crece sin pausa en Francia desde hace casi dos años. En la actualidad afecta a más de 3 millones 100 mil personas en edad laboral. El gobierno imperialista del sociademócrata François Hollande prometió revertir la tendencia en un año, y supuestamente “presiona” a compañí­as como ArcelorMittal y Sanofi para que mantengan el empleo en Francia.
Sin embargo, además de la “deslocalización” del Clío de Renault a Turquía, recientemente se anunció el cierre de la planta de Goodyear en Amiens (1.200 obreros), y en el caso de la Philips de Dreux, la producción de televisores se instaló en Hungría, donde los obreros trabajan por poco más de 400 euros por mes.