martes, 18 de marzo de 2014

La teoría y la táctica revolucionarias de los comunistas

[Vamos! Nº24]  A 166 años de la aparición del “Manifiesto Comunista” (Parte 2). En la nota anterior abordamos algunas cuestiones plasmadas en el Manifiesto Comunista publicado en 1848. Continuamos con algunos nudos fundamentales del marxismo, enriquecido por la incesante práctica revolucionaria en la lucha de clases.



En El Estado y la Revolución, refiriéndose a los cambios que el marxismo va precisando en cuanto a la dictadura del proletariado en la concepción marxista del Estado, y que se atiene rigurosamente a la base efectiva de la experiencia, Lenin dirá: “Fiel a su filosofía del materialismo dialéctico, Marx toma como base la experiencia histórica de los grandes años de la revolución de 1848-51. Aquí, como siempre, la doctrina de Marx es un resumen de la experiencia, iluminado por una profunda concepción filosófica del mundo y por un rico conocimiento de la historia”. Con ese mismo espíritu, claros de que la Revolución de 1848 se había cerrado, continuando sus investigaciones Marx y Engels dieron gran importancia al tema de las colonias y semicolonias explotadas por el capitalismo de libre concurrencia, así como al papel decisivo jugado por las mismas en el propio nacimiento y desarrollo del capitalismo.

La explotación colonial y la opresión nacional en el capitalismo
Sobre la opresión y explotación nacional de una nación por otra, que en El Manifiesto se menciona, Marx y Engels irán investigando, ajustando y desarrollando su posición, y publicarán artículos, desde la década del 50, sobre la cruel dominación colonial de las grandes potencias capitalistas como Inglaterra (la más poderosa y con más colonias), Francia, Holanda, y otras, particularmente sobre las colonias y semicolonias de Asia y Medio Oriente, también de África. Igualmente investigarán la continua expansión territorial y colonial de la Rusia zarista, “cárcel de pueblos”, la potencia feudal más reaccionaria de la época y que también disputaba esa expansión con las potencias capitalistas. Parte de esos trabajos de Marx y Engels fueron publicados por el diario norteamericano New York Daily Tribune entre 1851 y 1863.
En la Correspondencia entre Marx y Engels hay cartas sobre el tema, en especial sobre la dominación colonial Inglesa sobre Irlanda. En El Capital existen numerosas menciones sobre la opresión colonial, sobre formas de trabajo en los países oprimidos, etc. Un señalamiento importante en el mismo es en qué ha sido convertida finalmente la India por la dominación y saqueo británicos. Respecto de Irlanda y las posiciones de la mayoría de la clase obrera inglesa, son numerosos los análisis publicados por Marx y Engels, quien resume esta posición con la consigna: “ningún pueblo que oprime a otro pueblo puede ser libre”. En 1869 Marx contradice lo que había planteado hasta entonces en cuanto a que la lucha de la clase obrera inglesa sería clave para la liberación de la opresión irlandesa por Gran Bretaña. Había pasado a plantear lo contrario: que sólo el triunfo de la lucha liberadora de Irlanda podría salvar de sus posiciones no proletarias a la clase obrera inglesa; debate que llevó al Consejo de la Asociación Internacional de Trabajadores o 1º Internacional, donde la opresión colonial de Irlanda constituía uno de los temas centrales.

De la “época de la burguesía” a la “época del imperialismo y la revolución proletaria”.
La época de la burguesía, a la que en 1848 en el Manifiesto Marx y Engels llaman “nuestra época”, se cerrará con la guerra franco-prusiana y la Comuna de París de 1871. Poco después, en el Prefacio a la edición alemana de 1872, Marx y Engels sostendrán: “Aunque las condiciones hayan cambiado mucho en los últimos veinticinco años, los principios generales expuestos en este Manifiesto siguen siendo hoy, en su conjunto, enteramente acertados”.
Luego del período de transición en que se van conformando las características fundamentales de la fase monopólica del capitalismo, de su fase imperialista ya madura a inicios del siglo XX en que se iniciará su descomposición histórica, comenzará con la misma una nueva época revolucionaria en la historia de la humanidad: la época del imperialismo y la revolución proletaria. Una de las características más importantes que señala Lenin en esta fase, es la intensificación de la opresión nacional, de la feroz lucha de las potencias por aumentar su número de colonias y zonas de influencia, destacando que frente a la penetración del capital extranjero, a su dominación en general, la resistencia de los pueblos inevitablemente también se intensificará. En el Congreso de Stuttgart (1907) de la 2º Internacional, Lenin participará activamente con otros revolucionarios en la lucha contra las posiciones abierta o veladamente oportunistas de derecha que sobre el tema cobraban fuerza en la mayoría de las direcciones de los partidos de los países imperialistas, que con diversos argumentos, algunos pretendidamente “marxistas”, justificaban la opresión colonial.
En la fase imperialista se entrelazarán la lucha revolucionaria de la clase obrera con la de los pueblos y naciones oprimidos, como planteó Lenin. Además de su obra más conocida, “El imperialismo…”, hay que destacar sus numerosas publicaciones sobre el derecho a la autodeterminación nacional de los pueblos oprimidos, y sobre el papel que debe jugar la clase obrera de las potencias coloniales en apoyo activo a las luchas de liberación nacional de las colonias que dominan sus países. Esta posición dará lugar, poco después del 2º Congreso (1920) de la Internacional Comunista, donde la opresión nacional y colonial se debatió intensamente, al nacimiento de la consigna, apoyada por Lenin: “Proletarios y pueblos oprimidos del mundo, uníos”, en la revista Pueblos de Oriente editada por la Internacional. Consigna que sería tomada por el 3º Congreso (1921) de la Internacional Comunista o 3º Internacional.
La teoría científica de la lucha de clases y de los objetivos revolucionarias del proletariado iniciada con el Manifiesto Comunista, fue extraordinariamente enriquecida por la práctica revolucionaria de décadas en muchos países del mundo (con saltos cualitativos como la Comuna de París y la Revolución de 1905 en Rusia), orientada a la vez por la guía de la teoría revolucionaria marxista, que esa práctica permitía enriquecer. Además de Marx y Engels, esta teoría fue desarrollada particularmente por Lenin y Mao Tsetung, los líderes de las dos grandes revoluciones del siglo XX, dirigentes de los respectivos Partidos Comunistas que las dirigieron. Los triunfos de la Revolución Socialista de Octubre de 1917 en Rusia, de la Revolución de Nueva Democracia en octubre de 1949 en China -que en pocos años pasaría ininterrumpidamente a la construcción del socialismo- y también el de la Revolución Cubana y de otras revoluciones probaron la justeza de la teoría revolucionaria. A la vez, la experiencia viva, el desarrollo de estas revoluciones, enriquecieron la teoría.
La derrota de todas las revoluciones que se desarrollaron en la primera etapa (1917-1978) de la época del imperialismo y la revolución proletaria, no eliminó esta época, en la que visiblemente se vuelven a agudizar sus contradicciones fundamentales. Los marxistas concebimos dialécticamente la época revolucionaria. Un largo período con etapas revolucionarias, guerras, contrarrevoluciones y nuevas revoluciones, muy prolongado y tormentoso, hasta la eliminación de las clases sociales y de la explotación de unas por otras. Las bases fundamentales de este optimismo histórico fueron puestas por el Manifiesto Comunista, con el que se inicia el socialismo científico, fundado rigurosamente en el materialismo histórico, y todos sus desarrollos posteriores.