martes, 13 de mayo de 2014

El ejemplo de Norma Nassif

[Vamos! Nº27] A 10 años de su fallecimiento.
El próximo 13 de mayo se cumplen 10 años de la muerte de nuestra querida Normita Nassif, luego de una dolorosa enfermedad. Ella marcó a fuego a toda una generación de jóvenes comunistas revolucionarios que empezaban a transitar la lucha por la liberación nacional y social, y el socialismo. Se destacó por su pasión por la revolución y el odio visceral a los enemigos del pueblo.



Cayó presa en 1975, por su defensa inclaudicable de los intereses estudiantiles, y enfrentó con valentía largos años de cárcel durante la dictadura de Videla. Conmovía en sus relatos de vida, de firmeza y resistencia junto a tantas otras presas.

Normita fue indoblegable defendiendo la línea revolucionaria en el seno del Partido, como cuando fue protagonista en la denuncia del seguidismo al menemismo en la dirección de la Juventud y el Partido. Su firmeza y energía en defender los principios comunistas inundaban los espacios donde ella pasaba. ¡Normita no fue una más!

Reproducimos parte de un extenso reportaje realizado en 1998 por compañeras de la revista de la JCR Nueva Izquierda, donde nos transmite sus enseñanzas en cuanto al comportamiento en la cárcel de la dictadura. Enseñanzas que siguen vigentes.

¡Normita, hasta la victoria siempre!

Tu actitud durante todos esos años debe haber tenido algún reflejo en esas otras compañeras presas, aunque no fueran del Partido, o fueran de esos otros sectores....
En primer lugar el respeto por lo que era la práctica de cada uno de nosotros adentro. Porque si vos vas conociendo a la gente, no sólo por lo que te dicen de, sino por lo que vos ves de su práctica de todos los días, y sos capaz de valorar eso, pasás a respetar por esa práctica diaria. Yo tuve una amiga, muy amiga, que era del núcleo de dirección del PRT en la cárcel, y que tuvo un período, años’78, ’79, en el que se enfrentó con el resto de las del PRT en relación a nosotros.

Porque esta chica les decía “primero hay que escuchar, porque el PCR sigue existiendo afuera y nosotros no existimos más, nosotros hemos desaparecido, nos han derrotado, el PCR sigue existiendo, entonces tenemos que escuchar más lo que dice el PCR”.

En la discusión vos te dabas cuenta de la profundidad de las ideas que cada uno tenía, porque un día aparece un titular en el diario diciendo: “Se normalizan las relaciones Chino-Soviéticas”. Ya había muerto Mao, era el ’78, y esta piba viene contentísima con el diario, porque para ella era la unidad del movimiento comunista internacional. Y para mí era, por la poca información que tenía, signo de que estaba pasando algo fulero en China. Entonces ella se agarraba la cabeza y no podía entender, decía “cómo puede ser que no te alegrés de que las dos potencias comunistas se unan”. Entonces íbamos a toda la discusión... Era muy honesta.

Fuimos estableciendo relaciones de mucho respeto, mucho cariño con determinados compañeros y gente de ellos que entró a revisar críticamente errores políticos de ellos. Después hay cosas que nunca... Por ejemplo a ellos lo de la URSS no les toqués, era muy difícil horadar eso. Aunque había cosas que hacían crisis, como lo fue todo el período en que empezó a conocerse adentro lo del veto del la URSS en las Naciones Unidas, o sea el apoyo de la URSS a la dictadura. Ahí empezó a haber un quiebre de la parte más honesta de ellos, menos dogmática. (…)

Así como antes te decía que teníamos diferencias con lo del reglamento, coincidimos con una parte importante de ellas en el período del ’78, ’79, en donde la dictadura armó los Tribunales Interdisciplinarios en las cárceles, para entrevistar y juzgar a cada uno de los presos y, según lo que vos firmabas y declarabas, te definían un determinado régimen más benévolo o menos benévolo y, como te decían sería la puerta a la libertad. Ahí coincidimos con un grupo importante, mayoritario del PRT, un sector importante de Montoneros, no todos, y una cantidad de compañeros sueltos, independientes, luchadores sin partido que se morfaron años de cárcel con muchísima dignidad.

Coincidimos en la resistencia a eso, en el marco de otro período de la resistencia popular afuera, y nosotros ahí fuimos parte de los que nos negamos a firmar nada. Ellos primero te ofrecían que te arrepintieras de lo que hiciste, y después iban bajando. Te armaban un tribunal que parecía el de las películas de la Gestapo, en donde estaba el cura del penal, el psicólogo, el psiquiatra, el “maestro”, el Jefe de Seguridad, el Jefe de Celadores, todos ellos, y te sentaban a vos en el medio, y estaba también, desde ya, el milico del cuerpo correspondiente.

Te empezaban a interrogar y te planteaban: “De usted depende su libertad, aquí han pasado cosas serias en la Argentina... -te hacían todo un verso- pero después de tantos años de cárcel, la libertad depende de usted”. Si usted puede escribir y plantear las cosas incorrectas que ha hecho, y se arrepiente, para nosotros es una garantía de que usted es un ser recuperable para la sociedad...”

Así venía todo, si te ubicaban como “recuperable” para la sociedad, tenías el privilegio de ir a un pabellón, a un piso que era de celdas abiertas todo el día, gimnasia, tareas manuales, y estabas más cerca de que te den la libertad. Si te negabas a todo eso, eras irrecuperable; entonces, como la libertad dependía supuestamente de vos, vos eras la que no quería salir. Una parte mayoritaria del PRT se opuso, al igual que nosotros. Hubo algunos que firmaron, hubo una parte de Montoneros que aceptó, decían que lo más importante era estar afuera y no adentro, porque si estás afuera sos más útil y que qué importaba un papel cualquiera; desde ese argumento firmaban para salir.

A mí me llegaron a decir que firmara un papel de que era inocente, eso ya a lo último. Pero era como te decía antes, porque yo los miraba, me acuerdo como si fuera hoy y me decía “¿qué carajo necesitan tanto que yo firme algo?”. El que encabezaba me decía: “¿Por qué no quiere firmar?”. “¿Y usted por qué quiere que yo firme, para qué quiere un papel que diga que soy inocente?”. “Yo, para nada”. “¿Entonces para qué me lo piden?”. Yo pensaba “estos algo van a hacer con el papel”. Yo no sabía de qué les iba a servir, pero si en algo les servía, no les iba a dar un papel, porque de algo les servía, si no, ¿para qué? Después descubrís que, en realidad, el punto es que no les importa qué, pero cuando ellos en función de darte algo logran que vos les des algo, es que te han empezado a quebrar.

Entonces no importa qué sea, por eso me decían que firmara aunque sea que era inocente, y yo les decía: “Mire, yo no tengo que firmar que soy inocente, ustedes tienen que demostrar que soy culpable. Así que yo no tengo nada que firmarles a ustedes”. Te das cuenta de que para los tipos el tema es si te logran arrancar algo, porque con eso han fisurado algo, porque te han empezado a chantajear. Desde ya que todo el planteo está hecho al revés, todo es mentira.

Porque no es que la libertad depende de lo que vos hacés. Ese es el primer engaño cuando estás en la cárcel; desde ya, si es que estás dispuesto a no entregarles nada a los tipos. Pero siempre te ponen el planteo al revés, “la libertad depende de vos” y desde ahí te miden hasta dónde pueden horadarte, por eso no les importaba qué era en un determinado momento, porque para ellos es el punto del quiebre, de la fisura, de la posibilidad del chantaje.

Que con vos no lo lograron...
No, ni con muchos más, ni con ninguno de los compañeros nuestros ni con muchos compañeros presos de otras organizaciones, ni con luchadores que no eran de ninguna organización. Había tres pisos de “irrecuperables”, y había un piso de “recuperables”, para decirte numéricamente cómo hubo una mayoría de los presos en Devoto que no aceptaron el chantaje. Los tipos trabajaban con la familia, no creas que trabajaban sólo con el preso, “lo que pasa es que su hija no quiere salir”. Por eso era clave si vos te ganabas o no a tu familia.