miércoles, 8 de octubre de 2014

El Che y el discurso en Argel

[Vamos! Nº38]  A 47 años de su asesinato.



“Cada vez que se libera un país, dijimos, es una derrota del sistema imperialista mundial, pero debemos convenir en que el desgajamiento no sucede por el mero hecho de proclamarse una independencia o lograrse una victoria por las armas en una revolución; sucede cuando el dominio económico imperialista cesa de ejercerse sobre un pueblo. Por lo tanto, a los países socialistas les interesa como cosa vital que se produzcan efectivamente estos desgajamientos y es nuestro deber internacional, el deber fijado por la ideología que nos dirige, el contribuir con nuestros esfuerzos a que la liberación se haga lo más rápida y profundamente que sea posible.
De todo esto debe extraerse una conclusión: el desarrollo de los países que empiezan ahora el camino de la liberación, debe costar a los países socialistas. (…)
Creemos que con este espíritu debe afrontarse la responsabilidad de ayuda a los países dependientes y que no debe hablarse más de desarrollar un comercio de beneficio mutuo basado en los precios que la ley del valor y las relaciones internacionales del intercambio desigual, producto de la ley del valor, oponen a los países atrasados.
¿Cómo puede significar “beneficio mutuo” vender a precios del mercado mundial las materias primas que cuestan sudor y sufrimientos sin límites a los países atrasados y comprar a precios de mercado mundial las máquinas producidas en las grandes fábricas automatizadas del presente?
Si establecemos ese tipo de relación entre los dos grupos de naciones, debemos convenir en que los países socialistas son, en cierta manera, cómplices de la explotación imperial. (…) Los países socialistas tienen el deber moral de liquidar su complicidad tácita con los países explotadores del Occidente.”

Estas palabras las pronunciaba el Che ante el Segundo Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática, realizado entre el 22 y 27 de febrero de 1965 en Argel. En su momento, el discurso abrió polémica. Aunque sin mencionarla explícitamente, Guevara cuestionaba una vez más a la Unión Soviética, ahora en cuanto a las relaciones con los países del tercer mundo recientemente liberados de la dominación imperialista.
Tras el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 se había avanzado en la reforma agraria, las nacionalizaciones de empresas y otras medidas populares y antiimperialistas, pero además desde 1961 Cuba se había definido por el socialismo. Esto en un proceso de creciente enfrentamiento con EEUU, que dejó de venderle petróleo, cortó las compras de azúcar, orquestó la invasión de Bahía de Cochinos y provocó la expulsión de Cuba de la OEA. Al mismo tiempo, la URSS se había dado una política de fuerte acercamiento hacia la Revolución Cubana, internamente a través del PC cubano, y externamente a través de ayudas y acuerdos comerciales y militares: vendiéndole petróleo, comprándole el azúcar o instalando misiles atómicos (lo que provocó la “crisis de los misiles” en 1962). También se habían establecido vínculos con la República Popular China y con los países del Tercer Mundo.
A partir de esta situación, se abrió una fuerte lucha de líneas al interior de la Revolución Cubana, en la que el Che tuvo un importante rol. Esta se expresó fundamentalmente en el debate sobre la economía cubana, que tuvo un aspecto referente al régimen económico-social (en última instancia, el camino para la construcción del socialismo) y un aspecto referente a la estructura económica de Cuba y sus relaciones internacionales. En este último punto, el Che abogaba por la diversificación productiva (terminar con el monocultivo azucarero y poner el centro en la industrialización) y la diversificación de los mercados, afianzando las relaciones tanto con el campo socialista como con los países del tercer mundo. A diferencia de esto, la línea que se fue imponiendo en la dirección del proceso cubano fue otra. En febrero de 1964 Fidel Castro firmó un acuerdo con la URSS para el intercambio durante 6 años de azúcar (en volúmenes crecientes) por mercancías soviéticas. Este se fundamentaba explícitamente en “el principio de la división internacional del trabajo socialista” que impulsaba la URSS. Ese mismo año se creaba el Ministerio de la Industria Azucarera, sacando esa rama de la órbita del Ministerio de Industrias que dirigía el Che.
Durante este mismo período también había estallado la llamada “polémica chino-soviética”. Bajo la dirección de Mao Tsetung, el PC Chino denunció que a partir del XX Congreso del PC de la URSS de 1956, se había restaurado el capitalismo en la Unión Soviética, transformándose en una potencia socialimperialista: socialista de palabra e imperialista en los hechos. Entre las tesis revisionistas del marxismo-leninismo que se habían impuesto en la URSS se encontraban la de la “vía pacífica al socialismo y la de la “división internacional del trabajo socialista” como principio para las relaciones económicas entre países.
Es en este contexto que cobra significación el discurso del Che en Argel. Allí este cuestiona la política del PCUS, aunque sin llegar a caracterizar a la URSS como socialimperialista y consideraba que era necesaria la unidad del “mundo socialista” y de este con los pueblos del tercer mundo contra el imperialismo.
Estas polémicas, sumado a su profundo internacionalismo y a la derrota de su línea en Cuba, llevaron al Che por otros rumbos: poco después del discurso de Argel partió para el Congo y más tarde a Bolivia. Aislado en la selva, el 9 de octubre de 1967 caía asesinado en la selva boliviana.
El Che fue un ejemplo de revolucionario y de comunista marxista-leninista, que defendió sus convicciones hasta el final y nunca esquivó las polémicas. Un ejemplo para todos los que seguimos luchando por terminar con toda opresión y explotación.